lunes, 7 de marzo de 2011

LA “REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA” NO ES UNA “OCURRENCIA ELECTORALISTA”, ES UNA NECESIDAD URGENTE.

La participación de los ciudadanos en la elección de los responsables de gobernar y administrar las instituciones públicas es la base de nuestro sistema político democrático y nos une al mundo occidental en el que nos encuadramos plenamente desde hace más de treinta años.
Sin embargo, un sistema democrático precisa algo más que unas votaciones limpias. Precisa también de mecanismos de control que eviten, entre otras cosas, la formación de élites y grupos de poder que adquieran el control de los mecanismos democráticos y los desvirtúen, con el objetivo de obtener beneficios privados.  Cuando esto se produce de forma continuada  y la política es monopolizada por determinadas fuerzas, se pierde la democracia y se produce una peligrosa deriva hacia la “partitocracia” o gobierno de partidos políticos que excluyen del sistema a los otros partidos, fijan sus objetivos prioritarios en sus propios intereses y colocan en una posición secundaria los intereses comunes.

Esta es la peligrosa situación que vivimos actualmente en España y que, lejos de ocultarse o disimularse, es exhibida sin tapujos por los dos partidos que dominan y controlan el panorama político, constituyendo ambos una “clase política”, término que aceptan con agrado, y monopolizando todo el arco ideológico aceptado por la mayoría de los españoles, desde la “izquierda” hasta la “derecha y cuidando de dar imagen de suavidad aludiendo constantemente “al centro”. Ambos partidos se cuidan de ocupar en exclusiva estas posiciones, exceptuando al resto de formaciones políticas por falta de sitio y, en otros casos, proyectándolas a los extremos donde apenas les causan inquietud.

Ambos partidos, para un mayor control de la situación, mantienen una rígida endogamia, autoregenerándose a partir de sus movimientos juveniles o “juventudes”, compuestas por individuos disciplinados, inmersos en la masa, sin ideas propias ni capacidad de crítica, hipnotizados por el líder de turno al que muchos de ellos contemplan como el dispensador de una posición política que les permitirá gozar de comodidad el resto de sus vidas.

Este es el panorama “partitocrático” en el que estamos sumidos y que, a grandes líneas se definiría por las siguientes características:

·         Control del arco político desde la “derecha” a la “izquierda” moderadas, procurando la exclusión de cualquier fuerza política emergente que pueda hacer la competencia, para lo cual se utiliza un sistema electoral absolutamente injusto.
·         Control, para conseguir lo anterior, de los medios de comunicación privados mediante la dispensación a su arbitrio de publicidad institucional y el dinero que esto supone, además del control de medios de comunicación públicos y manipulación de los mismos.
·         Disposición de grandes sumas de dinero gracias a que siempre hay instituciones privadas dispuestas a financiarles.
·         Profesionalización de la política que, lejos de ser una ocupación coyuntural, se convierte en un oficio bien remunerado que otorga poder y prestigio de por vida.
·         Acuerdo de ambos partidos para legislar en su propio beneficio, otorgándose altos sueldos, complementos, dietas y pensiones, aún cuando la situación del resto de los ciudadanos sea crítica.
·         Creación de empresas públicas y otras instituciones similares, casi siempre innecesarias, para recolocar a aquellos miembros de la clase política que deben abandonar los cargos en la Administración.
·         Formación de jóvenes disciplinados y carentes de capacidad de crítica para servir y perpetuar al sistema. A algunos se les concede prematuramente cargos de gran responsabilidad, con el fin de motivar y mantener “en tensión”  a todos los demás.


Ante este panorama, que no se oculta sino que se exhibe sin vergüenza e incluso con arrogancia, se explica fehacientemente el por qué los españoles consideran a la “clase política” un problema de difícil solución, por lo que es evidente  que se precisa  una REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA, que consiste precisamente en acabar con todo lo expuesto anteriormente. A día de hoy tan solo hay un partido político, Unión Progreso y Democracia (UPyD)  que incluye en su programa y en su estructura  argumentos de regeneración democrática que sirvan para acabar con todo este cúmulo de problemas y utilizó el término ya en su Manifiesto Fundacional en el que define la actual situación y justifica su creación precisamente para abordar el problema rápidamente. 

Sin embargo, “Regeneración Democrática” es un término atractivo y electoralmente rentable, por lo que últimamente se lo hemos escuchado a Rajoy (PP) y a Cayo Lara (IU), los cuales debieran explicar la contradicción de hablar de Regeneración Democrática y, al mismo tiempo,  dejar sola a Rosa Díez en el Congreso cuando propuso acabar con los privilegios de los diputados.

La REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA es muy necesaria y es preciso que este concepto, que no es un mero “chascarrillo electoralista” cale hondo y asistamos a una revolución desde abajo, desde los ciudadanos, que son los únicos que pueden romper el rígido bipartidismo que amenaza con destruir la auténtica democracia en España.  Esto solamente se conseguirá con  la inclusión en el arco parlamentario municipal, autonómico y nacional de aquellas fuerzas políticas que realmente quieren regenerar la vida política española.